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¿Qué es la Pascua? La Pascua Judía En el resto del imperio romano, sin embargo, se tomó en consideración que Jesús históricamente resucitó el domingo y todos los domingos se celebra a la fiesta de la Resurrección. Por eso se optó por celebrar La Pascua el primer domingo después de la primera luna llena después del equinoccio de primavera. El Primer Concilio de Nicea (325) decretó que la práctica romana debe observarse en toda la Iglesia. Los ortodoxos celebran la pascua otra fecha porque siguen el calendario Juliano (ortodoxo ruso). La fecha de la fiesta de Pascua católica fluctúa entre el 22 de Marzo y el 25 Abril. En referencia a ella se calculan las otras fiestas movibles del calendario litúrgico. ¡Aleluya! Cristo ha resucitado ¡Aleluya!
Estaban satisfechos los enemigos de Jesús porque creían que todo había terminado. Jesús se había convertido en una pesadilla para ellos. Ahora, ya están tranquilos. También los amigos de Jesús creían que con su muerte había llegado el final. La fe de todos se tambaleó. Sólo María, la Madre de Jesús, se mantuvo firme, sin ninguna sombra de vacilación. La vela del tenebrario que queda encendida después de todas apagadas en maitines. Se lleva detrás del altar y se saca después. Es la fe de María. María Magdalena no hacía más que llorar. Para ella nada tenía ya sentido. Jesús ya no está con ellos. Su cadáver está en el sepulcro. Ella hacía poco tiempo que había derrochado una fortuna para ungirle con perfume. Judas la criticó y Jesús la defendió porque le había perfumado proféticamente ungiéndole para la sepultura. El viernes, a las tres de la tarde, todo se había consumado. José de Arimatea y Nicodemo le amortajaron y le enterraron. María Magdalena quiso perfumarle también, después de muerto, una vez transcurrido el descanso legal del Sábado judío. Cargada iba de perfumes y llorando camino del sepulcro del Jesús que le había cambiado la vida y se la había llenado de alegría. ¡Pero qué impresión tan fuerte cuando vio el sepulcro abierto y las vendas depositadas y plegadas sobre el sepulcro! Juan 20,1. Corriendo ha ido a anunciar lo que ha visto a los Apóstoles. Pedro y Juan escuchan y reciben el mensaje de María Magdalena y van corriendo al sepulcro. "Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó". Sólo en esta ocasión dice el Evangelio que alguien cree en la Resurrección al ver el sepulcro vacío. El evangelista tiene en cuenta que la mayoría de lectores a quienes no se les ha aparecido Cristo Resucitado, han de creer sin haberle visto. Juan quiere demostrar que si él ha creído sólo por haber visto el sepulcro vacío, y antes de sus apariciones personales, no es necesario verle resucitado, para creer en la resurrección. Para él fue un hecho inesperado, insólito, nuevo: "No había aún entendido la Escritura que dice que El había de resucitar de entre los muertos". Los Apóstoles se fueron. Y María se quedó junto al sepulcro, llorando... "Se volvió hacia atrás y vio a Jesús allí de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: "Mujer, por qué lloras? ¿A quién buscas?". -"María". -"Maestro" (Jn 20,11). Cristo se aparece a una mujer, porque como fue una mujer la causa del pecado de Adán, ha de ser una mujer la que anuncie a los hombres la resurrección y por tanto, la liberación del pecado. Jesús le dijo: ” (Jn 20,17). María deja alejarse a su Amado. San Juan de la Cruz cantará con voz sublime el alejamiento del Amado: "¿Adónde te escondiste, Amado, - y me dejaste con gemido? -Como el ciervo huiste - habiéndome herido, - salí tras ti clamando - y eras ido". María ha visto el «rostro del Resucitado». Un rostro, que en ocasiones no se contempla suficientemente, a causa de una cierta tradición que concentra en la Cuaresma el «período intenso» de las iniciativas pastorales y de la celebración de los ritos. Una riqueza, que no hay que perder, pero que tiene un inconveniente: de este modo «se tiene la oportunidad de evangelizar y santificar el sufrimiento», pero no se evangeliza suficientemente «la alegría». El riesgo es que el escenario de los temas de la Pasión prevalezca sobre el de la Pascua, «exultación y fiesta», que en los primeros siglos del cristianismo, antes de la institución de la Cuaresma, representaba el período privilegiado de los sacramentos, la catequesis y la liturgia. «En el mundo de hoy nos damos cuenta cada vez mejor que evangelizar el placer y la alegría no es menos importante que evangelizar el dolor. Se piensa tantas veces que Dios es enemigo de la alegría, que con Dios todo placer, toda fiesta, toda explosión de alegría es pecado. No es verdad. El sepulcro vacío es la imagen de esa irrefrenable aspiración humana al placer, tal y como lo entiende Dios. «La resurrección de Cristo es la máxima afirmación de que el fin de la vida no es el sufrimiento y la renuncia, sino la alegría y el gozo. Jesús ha roto la cadena del placer que genera sufrimiento y la ha sustituido con el sufrimiento que genera placer» (Cantalamessa). «De este modo, la alegría tiene la última palabra, y no el sufrimiento. ¡Tenemos una necesidad enorme de hacer resplandecer ante los ojos de nuestros contemporáneos el rostro del Resucitado!», Otra vez María en busca de los discípulos. El amor es activo, no puede estar quieto. "Qui non zelat non amat", dice San Agustín. El encuentro con Jesús engendra caminos de búsqueda de hermanos para anunciarle. La experiencia de la belleza y del amor impone psicológicamente la comunicación de lo que se experimenta, de lo que se goza. Por eso sólo puede anunciar a Cristo con fruto, quien ha experimentado su amor. Los apóstoles son testigos de la resurrección porque han visto a Jesús, el que bien conocían, vivo entre ellos después de la resurrección. Vieron que no estaba entre los muertos, sino vivo entre ellos, conversando con ellos, comiendo con ellos. No anunciaron una idea de la resurrección, sino al mismo Jesús resucitado, con una nueva vida, que no era retorno a la mortal, como Lázaro, sino inmortal, la vida de Dios. Ha vencido a la muerte y ya no morirá más. Pedro, testigo de la resurrección, repite una y otra vez: "que lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver a nosotros que hemos comido y bebido con él después de la resurrección. Los que creen en él reciben el perdón de los pecados" Hechos 10,34. En consecuencia: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, no los de la tierra" Colosenses 3,1. Si María Magdalena se hubiera cerrado en su decaimiento, la resurrección habría sido inútil. María Magdalena hizo, como Juan y Pedro, lo que debieron hacer: salir, abrirse, comunicar. Es el mejor remedio para curar la depresión. San Ignacio aconseja "el intenso moverse" contra la desolación (EE 319). De esta manera, la sabia colaboración de todos, ha conseguido la manifestación de Cristo Resucitado. Proclamemos que "este es el día grande en que actuó el Señor: sea el día de nuestra alegría y de nuestro gozo" Salmo 117. Exultemos de gozo con toda la Iglesia, porque éste es el gran día de la actuación de las maravillas de Dios. "¿De qué nos serviría haber nacido, si no hubiéramos sido rescatados?". La tradición de los huevos de pascua Todo comienza en Semana Santa y culmina con el Domingo de Pascua, que se presenta como una de las más importantes fiestas religiosas. En esta semana se recuerda A partir del jueves próximo -día que se conmemora Desde los comienzos de la humanidad, el huevo fue sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento. El huevo adquirió importancia dentro de la mitología egipcia cuando el Ave Fénix se quemó en su nido y volvió a renacer más tarde a partir del huevo que lo había creado en un principio. También los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo. Los huevos de pascua en la antigüedad eran de gallina y de pato, y en En cuanto a la decoración, los huevos de pascua siempre han representado un desafío para los reposteros. Pero las diversas culturas fueron decorando de manera diferente los huevos. En sus comienzos, eran pintados a mano con colores estridentes que representaban la luz del sol. Los huevos se hacían uno a uno con un molde prefabricado, lo que dificultaba mucho su elaboración masiva. Los colores estridentes fueron apareciendo con las grandes producciones de huevos, por los años 20 y 30 del siglo pasado. Los orígenes del conejo de Pascua El conejo, como símbolo de Pascua, parece tener sus orígenes en Alemania donde es mencionado por primera vez en unos textos del siglo XVI. Los primeros conejos comestibles se fabricaron en Alemania en el siglo XIX de pastelería y azúcar. El conejo de Pascua fue introducido en EE.UU. por los inmigrantes alemanes que llegaron al Pennsylvania Dutch Country durante el siglo XVIII. La llegada del "Oschter Haws" se consideraba uno de los grandes placeres de la infancia, equivalente a una visita de Papá Noel en Noche Buena. Los niños creían que si se portaban bien, el "Oschter Haws" pondría huevos de colores. Los niños construían nidos en lugares apartados o escondidos de la casa, el granero o el jardín para que pusiera sus huevos el conejito. Más tarde empezaría la tradición de construir elaboradas cestas para poner los huevos. El conejo de Pascua no es un invento moderno. Tiene su origen en las celebraciones anglo-sajonas pre-cristianas. El conejo, un animal muy fértil, era el símbolo terrenal de la diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril.
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